14 de abril de 2009

Martes de Pop en Cabaretito Fusión (1/3)



A las ocho por la noche rozo el final de un martes bajándome del metro en la Glorieta de los Insurgentes. En pleno post-atardecer, el poliéster oficinista comienza a pasar la estafeta a los fiesteros entresemana que preparan su ofensiva diaria por las calles de la encimosa y desclasada Zona Rosa. Camino por el deprimente paso peatonal que me arroja a Génova y a una fila de negocios cuya sucesión conozco al dedillo: Mix Up, KFC, Starbucks, doblando a la derecha una estética, Bershka, Zara, y en la acera izquierda el estoico Bellinghausen, suspirando por el regreso imposible de tiempos mejores. Estoy muy cerca del Cabaretito Fusión.

Benjamín (y hasta la semana pasada) único superviviente del legendario linaje Cabaretito, el Fusión ve pasar el tiempo ninguneado en el oscuro rincón que dibujan Insurgentes, Londres y Niza. El lugar me dice Qué tal con una lesbiana de colección, chaparra, gorda, chamarra de mezclilla y pelo de Sega, mientras alzo los brazos y recibo una desganada inspección buscando ilegalidad en mis bolsillos. Después de la revisión, el Fusión se extiende contundentemente desgarbado: espejos viejos de piso a techo y una especie de barra vacía desde donde se cuelga un anuncio que escupe la promoción sello del antro: Una caguama por cincuenta pesos. Algunos silloncitos salpican el piso de mosaico de tienda Telcel, que se extiende interminablemente aún después de cruzar el pasillo tapizado de papel estrellado que une el recibidor vacío con la pista central del Tito, vestida de nuevo con los mismos mosaicos, espejos y espantosas estructuras tubulares de metal.

Tras el largo coma del Neón y el completo deceso del Safari después del antricidio gay que sufrió la zona rosa el año pasado, el tímido e inseguro Fusión no tuvo de otra más que convertirse de la noche a la mañana en el útimo santuario de los fieles vasallos del feudo cabaretongo. En el pasillo que conduce a la pista, una vitrina como de preparatoria gringa muestra con un orgullo nada disimulado la intimidad del Cabaretito con los personajes más altos del panteón gay televisomexicano. Esta vez le toca ni más ni menos que a Gloria Trevi, fotografiada desde sus origenes de pelo suelto hasta su exilio y resurrección con todo y Freedom Party, organizada con fasto dentro del Cabaretito un año después de su liberación. El retablo pop funciona como recordatorio a todos los aventureros que entran al Fusión: a pesar de la relativa diversificación de las noches de la colonia Juárez, el Cabaretito en su advocación Fusión es antes que nada un refugio del gay zonarrosero, especie ahora en peligro de extinción, violentamente adolescente, amante de Hexa y Los40Principales, cutre, arrojadamente jotao, amante visceral de la iconografía de Televisa y cuyo horario de fiesta se define por el de las líneas del metro.

Un guey pedísimo me confiensa que ha estado tomando desde las seis de la tarde mientras se observa detenidamen te bailar en el espejo. Al abrigo de la marginalidad de una noche de martes, el Cabaretito aprovecha para celebrar a estos valientes resistentes. A la hora en que llego, pantalones a la cadera, pulseras arcoiris y peinados de Dragon Ball Zeta se mueven nerviosos y manteniéndose todavía al margen de una pista sospechosamente vacía, donde pronto se encenderá el show espontáneo más preparado que haya visto.

Cuestión de minutos.

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